Cruz-Diez participó en la redefinición de los parámetros y el significado de la pintura. Su propia teoría del color es el resultado tanto de su interés por las teorías científicas y filosóficas de la percepción como de su lectura de la historia del arte occidental, que considera un intento constante de enmarcar el color. Liberado de toda intención descriptiva o simbólica, el color se revela en su obra como una realidad autónoma en constante cambio.
La presente selección pone de relieve la incansable inventiva del artista y su búsqueda de fiabilidad técnica desde 1954.
Para Cruz-Diez, cada una de sus obras, en sus diversas formas y materialidad, demuestra la existencia de lo intangible y adquiere su propia singularidad.
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